Un viaje una aventura: Encubarte 9.12
Mareos que son
provocados por los ligeros movimientos del avión antes de despegar, son la
primera llamada de una nueva aventura, que genera intriga y curiosidad. El
avión se tambalea, avanza pequeños tramos y se detiene, así esta por un buen
rato hasta que decide ya no detenerse y aumentar su velocidad, el avión
despega.
La adrenalina aumenta,
en el pecho siento como
mi corazón se acelera conforme lo hace el avión, hay un tambaleo señala que el
avión ya no está en tierra firme. El avión se eleva, me asomo por la pequeña
ventana y observo como las cosas se van haciendo chiquitas, J
mi impresión es grande y
me obliga a decir en voz alta: “Woooww, todo se ve tan pequeño!!! (O.O)
mira esas personas desde aquí se ven tan chiquitas, chiquitas”; el
pasajero de al lado se asoma... se me
queda viendo... y dice: “claro que se ven chiquitas, porque es un kínder” XD.
Las impresiones no cesan,
mi cara no se despega de la ventana e incluso me pegaba más a ella, sorprendido
por la espectacular vista aérea, no le presto atención a mi amigo Wull-Ero. El panorama es espectacular, ver la ciudad desde el cielo
con los movimientos del avión causa vértigo,
miedo y otras sensaciones, pero no me despego de la ventana. La ciudad
se percibe grandiosa, los grandes edificios se hacen pequeños, las
construcciones pequeñas no aparecen, las grandes avenidas y calzadas se
convierten en líneas que pronto se desvanecen y dar paso a un infinito azul.
Por la emoción no me di
cuenta que estaba en otro lugar, había llegado a un lejano reino, me sentí
grande y poderoso. Lo que en la tierra son nubes y cielo, ahora donde estoy, el
cielo se convierte en una impresionante pradera, llena de flores blancas, de
distintas formas y tamaños, pero paresidas a algodones blanqueazules de azúcar.
Comparto la hermosa vista con el gran maestro, la uniformidad de azul en sus
distintos tonos. Después de estar un instante en ese maravilloso reino, la
ciudad se asoma, poco a poco toma forma y aumenta de tamaño. El desenso del
avión se siente un poco como el de la montaña rusa, un último tambaleo del
avión, otra señal de que toco piso firme y la ciudad de la habana nos da la
bienvenida.
“He llegado”.
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